La Delfina, fumaba
y la puntilla de la enagua marrón de la Delfina, que ronca, levitaba
y el supremo encendido que miraba, los ojos encendidos que miraban,
los ojos sin colirio por entre los barrotes de la jaula de las cabeza
de la jaula de López que la corta: corta, cercena y corta la cabeza
que roma imaginaba desde la pajarera un pañuelo de cuello color lila
como aquellas enaguas que al alzarse entre la polvareda blanca, blanca,
fueron su perdición
Autor: Néstor Perlongher
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario